El
bolígrafo es un instrumento de escritura que en las diversas regiones del mundo
donde se habla español también se denomina como: puntabola, pluma
esferográfica, lapicero, esfero, birome, plumero, esferógrafo, lapicera o
pluma. El armazón de un bolígrafo
suele constar de un tubo, plástico o de metal, donde se almacena la tinta, con
una pequeña esfera de acero o wolframio, la cual a medida que se desliza por el
papel va dosificando la tinta contenida en el tubo, de manera fluida y
constante, como el sistema de los desodorantes “roll-on”.
Los
orígenes del bolígrafo
Debemos
viajar hasta el año 1931 para encontrar el momento en el que se presentó el
primer prototipo de este mecanismo. Fue de la mano de Laszlo J. Biro, de
origen húngaro, quien había estado trabajando en un modelo mejorado de pluma con
el que la tinta no se atascaba. Un día, viendo a unos niños jugar a la pelota,
se fijó en cómo esta dibujaba una larga línea sobre el suelo al traspasar un
charco y de ahí le vino la inspiración. Se las ingenió para crear una bola de
muy pequeño tamaño, esta fue una de las principales dificultades de la idea, y
creó el sistema que ha llegado a los bolígrafos de nuestros días.
Laszlo Jozsef Biro, (Budapest 1899 - Buenos Aires, 1985) |
Uno
de los primeros experimentos que llevó a cabo, para solucionar el atascamiento
continuo de la pluma, fue el desarrollo de un nuevo tipo de tinta (gracias a la
ayuda de su hermano György Biro, que
era químico). Así es como, en 1931, en una feria celebrada en
Budapest, presentó su primer prototipo y, pocos años después, en 1938, lo
patentó, bautizándolo como “pluma antimanchas de tinta o esferosférica”.
El conflicto nazi interrumpió su vida. La situación
política hizo que, al ser los Biro judíos de origen, tuvieran que salir en 1940
de Budapest para evitar a los nazis. Así que los hermanos emigraron a Argentina
en compañía de Juan Jorge Meyne, socio de Laszlo. Allí, los tres
húngaros empezaron a trabajar en mejorados modelos de bolígrafos para
comercializar. Laszlo, cuya
castellanización del nombre lo volvió conocido como Ladislao, desarrolló y
registró su invento en la oficina de patentes de Buenos Aires, un 10 de junio
de 1943. Fruto de la asociación con su
amigo, Meyne, nació el “birome”, acrónimo
de sus apellidos, que comenzó a venderse en 1943.
Cartel publicitario del primer bolígrafo
|
En medio de todos los cambios mundiales, ellos avanzaron hasta el punto de conseguir vender su primera licencia de ‘esferoférica’ a Eversharp en 1943, que más tarde propiedad de la archiconocida Parker. Enseguida fueron adoptados estos objetos, por ejemplo, por el mando de la aviación inglesa, la RAF, para resolver un problema que tenían sus pilotos cuando volaban a gran altura.
No obstante, todavía existía la necesidad de
ajustar un pequeño, pero importante, detalle relacionado con la tinta: La esfera de escritura no era del todo
satisfactoria sin una tinta mejor que la desarrollada por los Biro, por lo que
se volvía necesario mejorar la rapidez del secado, lograr que fuera instantáneo,
como el de la tinta de imprenta. Esa tinta
fue inventada en California por el químico austriaco Franz Seech. La
combinación Seech-Biro dio como resultado el bolígrafo moderno.
Finalmente, para difundir el producto se recurrió a procedimientos publicitarios muy curiosos, casi circenses. En los escaparates de las tiendas especializadas americanas, como Gimbels, las demostraciones se llevaban a cabo dentro de un gran depósito de cristal lleno de agua, donde se metía el escribiente para hacerlo sobre una lámina de madera ante la mirada atónita de los posibles clientes, que al ver que el bolígrafo escribía bajo el agua lo compraban sin importarles el alto precio.
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