Alice es una joven de veinte años. Robert tiene cuarenta años y trabaja en la empresa L. S. Company hace diez años, en cambio Alice está en su primer día de trabajo. Y en este exacto momento están en una mesa, a la una de la tarde, almorzando.
—Me duele un poco de
cabeza, Alice — le dijo Robert, dando inicio a una charla. Y Alice, con mucha
prisa, abrió el bolso y le ofreció un comprimido:
—Toma, Robert, es muy bueno
este medicamento, siempre que me duele la cabeza lo tomo.
—Disculpa, Alice, no
recuerdo la época en la que me tomé una pastilla.
—¿No tomas pastillas, Robert? ¿Cómo? ¡Todo el mundo toma medicamentos! No puedo creerme que no tomas. Dios mío, nunca vi algo igual — dijo Alice muy sorprendida.
—Los medicamentos son un mal, son uno
de los peores vicios de la postmodernidad, Alice. La gente está demasiado ansiosa, quiere curar sus dolores con un comprimido.
—Pero, Robert, ¿cómo vives sin pastillas? ¡Me parece imposible que alguien viva sin medicamentos actualmente!
— interrumpió Alice.
Robert se quedó pensativo,
degustaba la comida con calma, miraba a Alice y, mientras eso, ella no se
separaba del móvil, enviaba y recibía mensajes instantáneamente.
—Alice...
—Sí, dime, Robert...
—¿Puedes degustar la comida
y al mismo tiempo estar conectada?
—Ah, Robert, no podemos
perder tiempo.
— Perdón, Alice, pero estás
malgastando el tiempo de alimentarte y de hablar, ¿no te das cuenta?
—Madre mía, no eres normal,
Robert, ni pareces de este mundo: no tomas medicamentos y, es más, ves la
conectividad como algo raro. Se come con la boca y se conecta con el pensamiento y los dedos.
—Está bien — dijo Robert,
entre risas.
Robert, finalmente, estaba sintiéndose un extraño al lado de Alice. Y Alice también a su lado. Él quería
poder charlar con ella, intercambiar experiencias, hablar un poco de la vida,
conocerse, ya que era su primer día de trabajo, como pasante.
—Robert, ¿cuántos años hace que trabajas en L. S. Company? —le preguntó Alice, mientras escribía un mensaje en
el móvil.
—Diez años...
—¿Diez años? ¡Dios mío!
—¿Por qué el asombro? Eso es
una prueba de que soy un buen profesional. ¿Tú no piensas en estar fija y luego
hacer una carrera en esta empresa?
—Pensar en que me hagan fija, lo pienso, pero
jamás pasa por mi cabeza quedarme diez años trabajando en la misma empresa.
Confieso que hasta me dio dolor la cabeza...
—¿Te vas a tomar una pastilla? — interrumpió Robert, con aire risueño.
—¡Claro! — le respondió
Alice.
Robert se rió tratando de
entender el mundo de Alice y le dijo:
—Pensándolo bien, Alice,
creo que voy a dejar el empleo.
—¿Cómo?
—Voy a abrir una farmacia.
Traducción:
Mei Santana
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