El Gacetero
A veces me
emociona la educación, otras veces me frustra. Veo la educación como una
herramienta capaz de convertir al ser humano y, por lo tanto, la sociedad. Sin
embargo, cuando verifico el desinterés de los alumnos, la inhabilidad de los padres
para reconocer las discapacidades de sus hijos y el menosprecio de las
instituciones educacionales por el profesor, me hundo en un desencanto,
llegando al punto de causarme depresión. Por eso, ante la ilusión de nuestro
protagonista por intentar recuperar a los adolescentes rebeldes, me autoanalizo
para saber si soy así con mis alumnos, si algún día me he dado por vencido (sí,
El Gacetero, este que escribe esta crítica, también es profesor). Y sí, creo
que he desistido en algún momento... pero eso no importa ahora. Vamos al
capítulo 2 de HIT.
El protagonista
de la serie, que parece un don Quijote, parte rumbo a la vida para defender el
honor y la ética de una sociedad, en este caso la escuela o la educación. Se
reúne con los padres de los alumnos para presentarles su propuesta para “salvar”
a sus hijos. La reacción fue la esperada: ¿Quién era ese maestro para decirles
que sus hijos estaban enfermos? Si los niños se comportaban de manera rebelde, la
culpa era de la escuela. Sin embargo, cuando la escuela se comporta con
alteridad, los padres se quejan, declarando que esa no es la función de la institución.
Parece que esta relación es bipolar. Pero confieso que tengo ciertas dudas de si
la escuela es responsable de formar el carácter de los alumnos. La familia
influye en ese desarrollo y, por lo tanto, tiene la responsabilidad de formar
la personalidad de sus hijos. En este capítulo se puede analizar cómo los
adolescentes son el resultado de las relaciones con sus padres y el entorno
donde viven, así como de las experiencias que han tenido hasta ese momento.
Los padres se
comportaron como sus hijos: se rebelaron. Después de un buen argumento de HIT,
algunos padres entendieron la necesidad de una intervención diferente, más
particular, para que los adolescentes pudiesen tener la oportunidad de cambiar
su comportamiento. Reconocieron que habían fallado y no sabían qué más hacer. No
obstante, el proyecto debía involucrar a todos los adolescentes que mostraron
un comportamiento desviado. Por eso, el obstinado protagonista visita a cada una
de las familias que se negaron a firmar la autorización para que sus hijos
participasen en el proyecto. Durante la visita, se logra ver la estructura
familiar y el ambiente “tóxico” en el que vivían los alumnos elegidos. Este
capítulo muestra, también, la importancia de que la escuela trabaje en conjunto
con la familia para ayudar a resolver los problemas de los adolescentes (yo
diría crisis porque la adolescencia es una “crisis existencial” que no es fácil
atravesar solo).
Cuando se entra
en el universo de los estudiantes rebeldes, uno se da cuenta de la complejidad
de ser padre, madre o maestro de jóvenes que buscan su propia personalidad y comprender tanto su papel en la familia como en
la sociedad. Un maestro en la clase no consigue manejar toda esa complejidad y
aun así dar el contenido requerido. Es natural que surjan conflictos y el profesor
pase por aburrido o autoritario. Puede, aun, perder la autoridad sobre la clase,
siendo incapaz de imponerse ante la rebeldía de un adolescente. Por
consiguiente, la escuela necesita elaborar proyectos, como ese propuesto por
HIT, para enfrentar el problema y ayudar a los estudiantes. La tendencia normal
es que el maestro y la escuela dejen de lado a los adolescentes rebeldes,
renunciando a ayudarles. Pero la escuela siempre se enfrenta a un dilema
económico: ¿Quién pagará la factura? Si no hay financiación, se elige la salida
más fácil: aislar a los que incomodan.
Educar no es una
tarea fácil. Ojalá siempre tuviéramos alumnos comprometidos con su propia
formación intelectual y moral. Desafortunadamente, esta no es la realidad. Como
docentes tenemos que ser sensibles a ese comportamiento y ayudar a los alumnos en
lo que sea posible. Sin embargo, sería importante tener en la institución a un
profesor obstinado como HIT para sacar a todos de su zona de confort
y buscar nuevas vías para resolver un problema. Un hecho es cierto, para ser profesor,
a uno le tiene que gustar la gente y creer que se transforma una sociedad con
amor, tolerancia, paciencia y resiliencia.
Estimado lector, discúlpame por ceñirme a un solo tema, pero este capítulo me tocó en especial por estar muy próximo a la realidad. Así que reporto algo más sobre el protagonista del que todavía no sabemos por qué se desespera cuando oye un ruido semejante a un tiro. Tampoco está clara la relación con la chica con la que comparte piso, ya que no son pareja. HIT parece estar pendiente de un hilo ante el hecho de volver a beber porque vive bajo estrés. Su comportamiento es duro con todos, incluso consigo mismo, lo que aumenta la curiosidad por saber de dónde viene tanta aspereza. Imagino que sumergirse en su universo no será tan fácil ni tampoco entender todo el sufrimiento que ha pasado. Comento esto porque su comportamiento no es normal. A ver si tengo razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario