Capítulo 2 “El laberinto del Tiempo”
Cervantito, El Perro
Esta fue la primera vez que tuve
dificultades para escribir algo sobre un capítulo de El Ministerio del Tiempo. Me quedé mirando la pantalla en blanco y
no se me ocurría nada para expresar mis sentimientos sobre la historia contada en
el episodio. Puede ser que no haya entendido la narrativa que está muy alejada
de las otras temporadas. La serie, hasta ahora, había tratado temas históricos,
con una mirada diferente e incluso crítica sobre los hechos históricos, por si se
producía alguna interferencia en el pasado. Pero este capítulo en particular,
por alguna razón, se desvió de la meta o de la línea marcada anteriormente.
Vamos a ver qué pasa.
El capítulo presenta dos
historias distintas y paralelas que no convergen. ¿Por qué la estrategia? No lo
sé, tal vez falta de creatividad o para ocupar el tiempo del episodio (¡más de
60 min!). Uno es sobre el mayor programa de entretenimiento español, Un, Dos, Tres, y. el segundo, sobre
Almodóvar. Cuando veía el capítulo, me preguntaba qué tienen estas dos
historias en común. Nada, salvo que son temas de la sociedad contemporánea.
Nada en contra de tratar temas de nuestro tiempo, pero ¿qué hay de nuevo o
intrigante en ambas narrativas? Solo al final del capítulo pude ver algo
interesante que comentar y discutir.
Sin embargo, el capítulo no lo
hizo, porque se perdió mucho tiempo en descubrir por qué una mujer del presente
acabó en el pasado y por qué se iba a casar con Felipe IV, comprometiendo la Historia
de España; y en la segunda historia se realiza un gran esfuerzo y se despliega
mucha energía para que Almodóvar conociera un joven llamado Antonio Banderas.
Algo irracional y estrambótico, a mi modo de ver, ya que había dos temas que se
podían explotar que se presentaban en la última parte del capítulo: la violencia
doméstica y el SIDA (Síndrome de InmunoDeficiencia Adquirida). ¿Por qué explotar
estos temas? Por algunas razones que presento a continuación.
La violencia doméstica,
especialmente contra las mujeres, es algo común en la sociedad contemporánea
(de hecho, lo ha sido a lo largo de la Historia de la humanidad…). Explotar el
drama de una mujer que vive bajo la violencia sería algo corriente para criticar
tanto a nuestra sociedad como a la estructura política que, muchas veces, hacen
la vista gorda ante este problema epidémico mundial. Propuestas como afrontar y
denunciar el acto de violencia serían de gran utilidad para alertar y
concienciar al espectador. Además, podrían tratarse como formas de proteger y
garantizar a la víctima, ya que muchas mujeres no denuncian un trato familiar
violento por miedo, ignorancia o por creer que algún día su torturador cambiará
de comportamiento.
El SIDA sería otro tema muy importante para tratar en este siglo XXI porque las nuevas generaciones no han vivido las tristes historias de perder a personas amadas por una enfermedad desconocida, sin control. Quizás la pandemia de Covid-19 esté mostrando esta experiencia a los jóvenes en la actualidad, pero es diferente de aquella. ¿Por qué? Me explico. El SIDA fue catalogado como el mal del siglo, como una plaga que vino desde el cielo para castigar a la población gay. Una misteriosa y cruel enfermedad que lentamente mató a algunos infectados por el virus, marchitando su estado físico, dejando a la víctima en carne y hueso. Además, muchos prejuicios, algo nunca visto, que recordaba a los leprosos en la época de Jesús.
Gracias a la ciencia, se creó un cóctel de fármacos para mejorar la calidad de vida de los infectados y reinsertarlos en la vida social, ya que tanto los signos como los síntomas dejaron de ser tan evidentes. Por lo tanto, hoy solo con una prueba inmunológica se sabe si un individuo es portador o no del virus que causa el SIDA. Y este es el problema al que nos enfrentamos ahora. Como la enfermedad está “controlada”, no hay miedo de contraerla y se están dejando de lado las medidas de prevención, como el uso de condones masculinos o la reducción del número de parejas sexuales. Tanto la comunidad de jóvenes como la de adultos no se están cuidando, lo que podría aumentar el número de personas infectadas y la enfermedad se saldría del control sanitario.
Creo que fui muy crítico, ¿no? Sin
embargo, querido lector reconozco que fue un arrebato porque necesitamos usar
las herramientas que tenemos para alertar a la población sobre los peligros
para la salud y provocar discusiones para mejorar la sociedad de la que
formamos parte. Probablemente, soy un poco inocente al pensar que una simple
serie puede cambiar una realidad, pero quiero creer que todos los medios son
válidos para no callar u omitir una verdad, por dura y cruel que sea, y que así
no nos perdamos en el laberinto (del olvido) del tiempo.
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