"Pisé, por
primera vez, tan lejos de tu presencia que me sentí morir. 1939 y solo me había
quedado una negra botella de vino y el recuerdo de tus tiernos ojos mirándome
temerosos, quizás cargados de nostalgia, como un niño al despedirse de su madre
ante el camino hacia lo desconocido.
En aquella botella estaba tu más preciosa esencia y no podía ni
tan siquiera imaginármela.
El mensajero de la muerte llamó a la puerta, mi llanto era amargo
como el vino, una familia más que se desplazaba por la trágica oscuridad del
alma humana. Abrí aquella botella vacía. ¡Qué ilusión! Vacía de vino, pero
llena de ti. El contenido era tu aliento caliente… Confesiones de un corazón
enamorado.
En una botella de vino, me dejaste el sonido de tu soplo de vida,
el último soplo de amor".
Bia Girotto
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