"Discusiones sobre el dinero"

        Desde nuestros antepasados, cualquier discusión basada en el tema del dinero genera polémica, por ser un asunto muy controvertido. ¿Es el dinero un mal necesario o un bien que se ha convertido en un mal en manos de aquellos que no saben cómo usarlo de manera consciente? ¡Aquí está la pregunta que vale un millón (aprovechando el tema)!

Teniendo en cuenta el objetivo principal de la creación del dinero (independientemente de la moneda de la que estemos hablando), que era el de valorar productos y servicios, ya aparece un gran problema: ¿cómo considerar que el monto pagado mensualmente por la electricidad es justo? Al menos, ¿parte de ese valor recibido es aplicado por la empresa para mejoras para el consumidor o solo consideran los intereses del “poderoso caballero”? De todos modos, estas son solo preguntas puntuales que surgen en una breve reflexión sobre el asunto. ¡Imaginemos entonces cuando surge una discusión más profunda del tema!

El uso de contenidos relacionados con el dinero con un tono crítico se ha visto como formas de expresión artística desde hace siglos. Enfoques como el de Francisco de Quevedo (1580 – 1645) en su archiconocido “Poderoso caballero es Don Dinero”, que aborda cuestiones como la falta de moral y valores, la falta de preocupación con los pobres, el poder absoluto del dinero y la hipocresía de los que justifican todo por su causa, nos lleva a reflexionar sobre nuestros verdaderos principios y sobre cómo actuamos en nuestros días. Además de la reflexión, nos espanta ver que una obra tan antigua puede ser, al mismo tiempo, tan actual.

En conclusión, es innegable que el dinero puede proporcionar un mayor nivel de comodidad e incluso acceso a mejores viviendas, educación y salud para la población, lo que nos llevaría a discusiones sobre lo que realmente necesitamos y lo que tiende a ser superfluo. Depende de cada uno de nosotros usar el sentido común cuando se trata de cuestiones monetarias, buscando evitar conflictos y basándonos en principios de justicia para uno mismo y para el prójimo.

Juliana de Almeida Sarti